Dentro del marco de la historia de la historieta argentina, tuvimos la suerte de tener un vasto plantel de dibujantes y guionistas que se encargaron de engrandecer este medio, tanto en nuestro país como el resto del mundo.
Entre todos ellos no podemos dejar de lado a uno de sus más grandes representantes, cuya impronta creativa se transformó en un auténtico ícono cultural y social de la época que le tocó en suerte. Su nombre fue José Antonio Guillermo Divito y sus famosas chicas se transformaron en un autentico paradigma de la belleza femenina.
Nacido en Buenos Aires el 16 de julio de 1914, este dibujante, humorista, caricaturista, historietista y editor trabajó en sus inicios en la Editorial Columba y, más tarde, con Dante Quinterno (el creador de Patoruzu) en donde realizó la tira “Oscar dientes de leche”, “De tal palo, tal astilla” y“Enemigo del hombre”.
Por desavenencias creativas con este último, abandona la editorial y se embarca en su propio proyecto. En noviembre de 1944 crea la revista Rico Tipo, caracterizada por un humor más desenfadado si se la comparaba con otras publicaciones de la época, la cual llegaría a vender nada menos que 350.000 ejemplares.
En Rico Tipo verían la luz sus personajes más emblemáticos, como lo fueron“El otro yo de Doctor Merengue”, “Falluteli”, “Bómbolo”, “Pochita Morfoni”, “Fúlmine”… y, por supuesto, sus famosas CHICAS (así, con mayúsculas).
Tan grande fue la fama alcanzada por el modelo femenino creado por los lápices de Divito que incluso llegó a transformarse en un estilo de moda entre las mujeres que habitaban nuestro país. Pechos generosos, piernas larguísimas, cinturitas de avispa y escasa vestimenta ajustada que no dejaba nada librado a la imaginación, fueron las premisas de estos “bomboncitos eróticos” que fueron pergeñados por este particular dibujante.
Todas las mujeres querían parecerse a las chicas de Divito y todos los hombres deseaban fervientemente que así fuera.
La revista tuvo una andadura que se extendería hasta principios de la década del 70, una época en que la libertad sexual estaba mucho menos reprimida y resultaba muy normal ver a las chicas en minifalda o con la panza al aire.
Gran amante de los autos deportivos, Guillermo Divito murió en un accidente automovilístico en una carretera de Brasil el 5 de julio de 1969.
LAS CHICAS GRANDES DE DIVITO
Por Juan Sasturain -Nota aparecida en el diario Página 12 (2/02/2009)-
Este año se cumplen cuarenta de la muerte del dibujante Guillermo Divito. Fue en el invierno del ’69, en un accidente de autos, en Brasil. Tenía nada más que 57.
La revista que fue su creación absoluta y con la cual siempre se lo identificó, Rico Tipo, apenas lo sobrevivió dos o tres años más. Y está bien que haya sido así: para los setenta el humor era otro, el país era otro, el mundo era otro. Sólo las minas seguían ahí, pero ya no estaba él para hacerles su homenaje en vivo y en dibujado.
Divito es, en la historia del riquísimo humor gráfico argentino, en muchos aspectos –basta comparar las firmas, nomás– la antítesis de Dante Quinterno, el talentoso y laborioso autor de Patoruzú, el fundador del imperio editorial subsecuente. O acaso sea su complemento, si se quiere. O mejor aún: su “otro yo”, para utilizar una expresión que define a su personaje emblemático: El Doctor Merengue. Esa me gusta más: imaginarme a Divito como el otro yo de Quinterno, el lado desfachatado del humorista conservador.
Porque cuando en 1944, con algo más de treinta años, Divito se va de Patoruzú –donde había creado, entre otras tiras y muchos humor unitario, a Oscar, dientes de leche, un sintomático tigre de aspecto feroz pero manso y juguetón– no es para hacer lo mismo y mejor sino para hacer otra cosa, lo que se supone “no podía hacer” –la leyenda habla de una discusión sobre la altura de las polleras femeninas– en el sistema del humor de Patoruzú.
Divito en Rico Tipo hará lo que Quinterno no (se) permite. Y tendrá un éxito inmediato y enorme. Llegó a vender 350 mil (sic) ejemplares semanales.
Obturada por el régimen peronista la posibilidad del humor político –que no estaba, además, precisamente entre las inquietudes de Divito– el rasgo diferencial, la novedad de Rico Tipo, será la transgresión, la osadía. Un costumbrismo más zafado y grotesco.
Es –en comparación con la otra competidora y con las tiras de la última página de La Razón– una revista picaresca, con dibujos y chistes no aptos para toda la familia sino escrita y dibujada en códigos de humor adulto y masculino. Dentro de las convenciones de la época, claro. Algo así como el teatro de revistas en que Adolfo Stray monologaba y Nélida Roca se paseaba con pocas plumas.
Urbana, además. Incluso absolutamente porteña y moderna (en tanto actual), en el registro de tipos, modas, decires y costumbres. No es casual que Calé –Buenos Aires en camiseta– y la dupla Oski-César Bruto hayan encontrado su domicilio creativo ahí. Y otros tantos. Pero será gracias al espíritu de Divito que hay en la revista cierta incorrecta o casi cínica desmesura que va más allá de la audacia para encarar/mencionar temas tabú. Rico Tipo será incisiva y reveladora desde el desprejuicio.
Porque más allá de la superficial osadía, el tema recurrente de Divito es –en realidad– otro: la apariencia, la dualidad, la oposición entre lo manifiesto y lo oculto o verdadero.
De Santis y Romano, en distintos momentos y aproximaciones, lo han señalado mejor. Así, aunque el mecanismo casi único del humor de la época (de mediados de los cuarenta hasta los avanzados cincuenta) en las tiras de historietas autoconclusivas son los personajes con un rasgo dominante, fijo, que reaccionan una y otra vez según esa cualidad –de Avivato y Ramona a Bólido y Ventajita, entre decenas– y mientras los personajes de las tiras de Lino Palacio o de la revista de Quinterno son lo que parecen; los de Divito –excepto el simple y literal Bómbolo– en general, no lo son. Además, cuando hay un solo rasgo, es para casi celebrar la incorrección: la incontinente Pochita Morfoni, la siempre perversa Gracielita.
Por eso los más ricos personajes de Divito son otros. El freudiano Dr. Merengue –Quinterno sólo se había permitido, en El fantasma Benito, la espontaneidad transgresora puesta “afuera”– con su desaforado otro yo eternamente recubierto por capas y capas de formalidad; el despreciable Fallutelli, una auténtica basura moral, personaje abyecto, servil y emergente “necesario”, funcional a la economía del perverso universo cerrado moderno, la oficina. Y Fúlmine, el correcto bienintencionado que trae –con su sempiterno y agorero paraguas– la catástrofe.
Todo el fenómeno Divito –la revista, el humor, incluso la moda que propone y genera– se concentra casi simbólicamente en las Chicas, dibujadas y concebidas por y para el deseo.
Las Chicas de –y no “por”– Divito, que así se las nombró siempre, son el símbolo y la marca de fábrica de Rico Tipo. En su cuadro semanal no hacen nada, simplemente están ahí, cada vez más monstruosamente estilizadas, altísimas y curvilíneas, maniquíes, pretextos para una moda fantástica que las desvista hasta donde se pueda. Siempre sonrientes, puro ojos, piernas interminables y cintura mínima, comentan desde el ocio y con despreocupada malicia las torpezas e ingenuidades de novios y pretendientes; ironizan con liviana ferocidad entre sí.
Descomunales, inaccesibles –para el hombre como conquista, para las mujeres como ideal–, huecas, frívolas y eternamente dominantes, conscientes o no de su poder absoluto, las mujeres/chicas de Divito no hacen nada, sólo se muestran para ser miradas y admiradas, como las modelos de hoy. No existen; son la fantasía masculina que combina la opulencia de formas con los lugares más comunes del “eterno femenino”.
El hedonismo aparatoso de Divito, la construcción de su propio y sonriente personaje público, esa voracidad atropellada de vida contrarreloj –-soltería empedernida, autos, pilchas, mujeres, la noche y los viajes– contrasta con el perfil laborioso, recatado, de Quinterno.
El éxito empresarial de Rico Tipo, el dinero y la fama, harán que también Divito, como el autor de Patoruzú, derive sus creaciones, conciba personajes y los entregue –sin dejar de firmarlos– a sus colaboradores.
Pero Divito no aspira a fundar un imperio y devenir empresario de tiempo completo sino a disfrutar lo obtenido, y a su manera: morirá en el amado Brasil, volviendo de vacaciones y bien tostado, incrustando su Fiat rojo descapotable contra un camión. En su ley.
Lo mejor del velorio fueron los amigos y las chicas.
-GALERÍA DE IMÁGENES-